UN ÁNGEL DE COLOR ROJO

11 ene 2009


Leía esta tarde fría de domingo una crónica sobre un personaje apodado el "Ángel Rojo" en la sección de Memoria Histórica de El País que me gustó sobremanera. Había oído hablar de él, pero no conocía su historia personal, la historia de un hombre, un anarquista, llamado Melchor Rodríguez. Me ha fascinado su voluntad de ser ante todo un HOMBRE con mayúsculas, un ser humano que practicó en vida, coherentemente, sus principios ideológicos, ante todo la salvaguarda de las vidas de sus prójimos.

Sevillano, de Triana (1893-1972) hijo de un maquinista del puerto de sevilla y de una obrera de la fábrica de cigarros. Concluyó sus estudios a los diez años y trabajó en lo que pudo: calderero, carrocero en la industria automovilística, ebanista y hasta torero. Fue encarcelado por sus ideas políticas más de treinta veces, hasta el punto de que cuando su hija Amapola preguntaba por él, su madre acostumbraba a responderle: "¡ Pués dónde va a estar, hija mía, en su casa, en la cárcel!"
En el mismo sitio donde se comprometió a defender el derecho de todos los presos.
Afiliado a la CNT y a la FAI, ocupó el puesto de delegado de prisiones del sindicato anarquista durante 1936-1937, período en el que se dedicó en cuerpo y alma a evitar el fusilamiento de los presos políticos de derechas. En este empeño salvó miles de vidas en un pulso continuo con la Junta de Defensa de Madrid y detuvo muchos traslados de presos a Paracuellos, el paraje de la sierra madrileña donde fueron abatidos muchos disidentes, siguiendo la consigna de soviética de "limpiar la retaguardia".

Dice la crónica que Melchor Rodríguez portó siempre una pistola al cinto, aunque la llevaba descargada, porque nunca echó mano de ella, ni siquiera en las situaciones más extremas. Me ha gustado especialmente una frase suya.: "se puede morir por las ideas, pero no matar por ellas".
Aborrecía el dinero como si fuera un invento satánico, aunque aceptaba el trueque y los regalos. Le gustaba la naturaleza y especialmente las amapolas en el campo. Su hija dice que decidió llamarla Amapola porque pensaba que es una flor rebelde que nace sola sin tener que sembrarla.

La batalla personal por la libertad y el derecho a la vida de sus semejantes, independientemente de ideologías políticas o religiosas, su lucha contra la ignorancia, su humanidad en una palabra, me han hecho pensar que debía ser recordado en este rincón de Esperanza.

Ginebra

5 Comments:

Gizela said...

Qué linda historia Ginebra.
Y la frase...se puede morir por las ideas, más no matar...me impresionó por lo bella y profunda.
Es gratificante saber que existieron y siguen existiendo hombres y mujeres, a los que humildemente podemos emular, en valores y valentías verdaderas.
Un abrazo
Gizz

JESUS y ENCARNA said...

Si todos, incluidos gobernantes claro, tuviéramos esta filosofia de vida y de respeto por el ser humano, quizás este sería "un mundo feliz". Gracias por acercar personas enriquecedoras.
Besicos
Encarna

Juan Luis G. said...

Hola Ginebra.

Conocía la historia. Tengo entendido que cuando murió, al funeral fueron representantes de ambos bandos.

Un saludo.

Ginebra said...

Hola a todos. Gracias por comentar.
Sí, Juan Luís, al funeral fueron republicanos, compañeros anarquistas y también franquistas, aquéllos que fueron salvados por él, o familiares de éstos. En la crónica se decía que fue enterrado con la insignia de CNT y los franquistas no dijeron nada. Alguien rezó un padrenuestro y los anarquistas guardaron silencio. Todo un ejemplo de tolerancia. ¿verdad??? Un enorme beso a todos.

Oteaba Auer said...

Cuanto integridad. rectitud y respeto por si mismo y por los demás....Al morir recogió la tolerancia que sembró.
Ginebra ha sido una gran entrada, primero porque la merece y segundo porque habérmelo dado a conocer
Besos